Durante
todo el proceso educativo de una persona, es decir, desde su educación
infantil, hasta la más avanzada educación universitaria o posuniversitaria se
despiertan en los individuos ciertas sensaciones, experiencias… entre las que
podemos encontrar tres clasificaciones, buenas experiencias, malas experiencias
y lo que solemos o pretendemos cambiar una vez interiorizadas esas
experiencias.
Empezare
por las buenas experiencias o percepciones que se extraen de la educación, del
proceso de instruirnos. Entre otras muchas cosas y sobre todo dejando espacio a
la personalización de dicho tema de discusión, yo destacaría la sensación de
superación cuando avanzamos en ese sistema de una forma correcta, es decir
cuando aprobamos, junto con la idea de adquirir nuevos valores de nuestro
aprendizaje, debido a la exposición a múltiples y variados ejemplos a seguir,
tanto profesores, como tutores, o compañeros.
Del
mismo modo que la ampliación de las relaciones sociales debido a la larga
jornada educativa, que nos obliga a pasar gran parte de nuestro día a día en
nuestro centro de enseñanza. Conociendo así mucha gente, de todos los tipos y
en todos los sentidos y ampliando aquí nuestras relaciones.
Y
finalmente en este campo de las buenas experiencias quiero recalcar también la
sensación de independencia que nos deja el hecho de pensar que estudiando
tenemos más claves para ser independientes en un mundo en el que prácticamente
nos controlan en casi todo nuestro comportamiento.
En
cuanto a malas experiencias, y teniendo en cuenta la negatividad innata del ser
humano y la facilidad con la que la hacemos latente, encontramos muchas más sensaciones en este
campo. ¡Nos encanta quejarnos!. Entre
las más importantes podemos destacar las desavenencias con algunos de los
profesores o docentes que aparecen en nuestro proceso educativo sus actitudes,
y reflexiones sobre su comportamiento.
En
el ámbito de los estudiantes suele aparecer con mucha frecuencia el desagrado
hacia las pruebas escritas u orales de tal forma que sean relevantes para la
superación de la asignatura, es decir, los exámenes. Suelen dejar malas
sensaciones en los estudiantes debido a que suponen una presión y un esfuerzo
tanto arbitrario en algunos casos, como azarosos en otros y relativo al estado
anímico del estudiante también en algunas ocasiones.
Finalmente
en el ámbito de las experiencias negativas aparecen también temas como el
horario, estricto y temprano, con grandes madrugones. La ausencia de descansos
en según qué asignaturas y cursos académicos, y la famosa manía que cogen los profesores a los comunes alumnos traviesos.
Por
último la última clasificación sería la de nuestras pretensiones de cara a la
superación de todas las malas sensaciones y el aumento de las buenas. Esto
suele tener poco de lo que hablar, ya que es un proceso educativo cerrado, de
tal forma que en poco pueden influir los alumnos al cambio del funcionamiento
del mismo.
De
todos modos debatiendo dichas cuestiones en clase, aparecen peticiones ya
nombradas anteriormente, sobre todo en el ámbito de lo negativo. Como pueden
ser la desaparición de las pruebas escritas u orales a modo de examen, el
aumento de los descansos o la disminución de las horas lectivas, la
flexibilidad en la puntualidad para la entrada en el aula e incluso la idea de
tener profesores a los que les guste su profesión, y amenicen las clases debido
a su actitud agradable con el alumnado.
Concluyendo
quiero recalcar la idea de que el proceso educativo o sistema educativo al que
nos enfrentamos durante prácticamente toda nuestra vida, se trata de un proceso
complejo, largo y mayoritariamente cerrado a modificaciones internas.
Exceptuando la flexibilidad en algún momento de dicho proceso que deja margen a
la dirección de la enseñanza por parte del alumnado junto con el profesorado.